Vida y obra de Gustavo Adolfo Bécquer, romántico español di Alessia Sposato

- Yo soy ardiente, yo soy morena -

Rima XI


— Yo soy ardiente, yo soy morena,

yo soy el símbolo de la pasión,

de ansia de goces mi alma está llena.

¿A mí me buscas? — No es a ti, no.


— Mi frente es pálida, mis trenzas de oro,

puedo brindarte dichas sin fin.

Yo de ternura guardo un tesoro.

¿A mí me llamas? — No, no es a ti.


— Yo soy un sueño, un imposible,

vano fantasma de niebla y luz.

Soy incorpórea, soy intangible,

no puedo amarte. — ¡Oh ven, ven tú!


ESTRUCTURA FORMAL

Esta poesía es un buen ejemplo del cuidado formal y de la atención que Bécquer pone en la construcción de sus componimientos. Se divide en tres cuartetos que revelan una estructura muy similar y la presencia de anáforas (yo, a mí,) y de paralelismos (la construcción de cada estrofa es la misma, todo podría definirse un paralelismo aquí), unas de las figuras retóricas más empleadas por Bécquer.
Cada estrofa presenta primero la descripción de una mujer (hecha en primera persona y que normalmente ocupa los primeros tres versos), y después una pregunta de la mujer al poeta y la respuesta de éste (cuarto verso).

TEMA

Si desde un punto de vista formal el poema se divide evidentemente en tres estrofas, desde el del contenido podría dividirse en dos: una primera parte formada por las primeras dos estrofas y una segunda por la tercera, en la que se revela cual es la "elección" del poeta. Pero a su vez la segunda estrofa está en oposición a la primera desde el punto de vista de los rasgos que caracterizan las dos mujeres allí descritas. Es aquí, por ejemplo, donde se puede comprobar el cuidado constructivo al que nos referíamos al principio.

La mujer descrita en la primera estrofa simboliza la pasión, como ella misma dice en el segundo verso. Las palabras que emplea nos lo sugieren claramente (ardiente, pasión, goces); en el cuarto verso el poeta la rechaza.
La mujer de la segunda estrofa es todo lo contrario sea en la descripción física (rubia, pálida), sea en lo que ofrece al poeta (dichas, ternura); pero él rechaza a ella también.
La última mujer es muy distinta de las que la preceden: ante todo no posee un cuerpo (soy incorpórea, soy intangible) y, es más, declara ser un fantasma, o sea implícitamente... inexistente. Y el poeta, enamorado, le contesta (o mejor "le dice", porque en este caso la mujer ni hace la pregunta): Ven tú. La elección de Bécquer nos revela aquí una concepción muy romántica del amor: un amor triste y melancólico, ilusorio, imposible, inalcanzable. Detrás de este concepto podemos reconocer, una vez más, rasgos típicamente románticos: la insatisfacción existencial que lleva consigo una angustia continua hacia la vida y la imposibilidad de confiar en una felicidad posible y duradera, que lleva a un rechazo del amor real al que se prefiere una ilusión.

   6/11   

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